Que siga el mariachi que el español está de fiesta

Editorial

 

Hace unos días otra vez nuestro querido idioma español fue golpeado a mansalva pero no lograron callarlo.

En un reprobable incidente sucedido aquí en Nueva York, un lugar donde se habla más de 200 lenguas, y entre ellas el español, un hombre blanco, abogado de profesión, quiso silenciarlo, amordazarlo y humillarlo pero todas sus malas intenciones se voltearon como un «boomerang» para enrostrarle las consecuencias de su racismo revelado.

Aaron Schlossberg, de 42 años, con simpatías republicanas, nunca va olvidar el día cuando quiso abusar de un poder inmaginario al reprender con furia a los empleados de un restaurante de comida por hablar español.

Y en su afán de demostrar superioridad llegó hasta amenazar a los gritos con denunciar a Inmigración para que los trabajadores hispanos del local fueran deportados.

Tal vez estas ofensas e improperios lanzados por el abogado por unos minutos le habrán dado un falso placer pero todo cambió después, cuando el suceso que fue grabado en video fue compartido en la Internet, se hizo viral, y a la velocidad de la tecnología actual, millones de personas pudieron verlo, reconocerlo, repudiarlo y hacer click con «mano abajo» para condenar sus acciones.

Más tarde este funesto personaje pagó el precio de su discriminación y prepotencia, perdió el empleo, vivienda y puede perder su licencia de abogado porque no representa los valores de una profesión tan digna e importante para la sociedad.

Ante lo sucedido no le quedó más que escapar del asedio de los medios de prensa, correr despavorido por las calles y finalmente ocultarse, quizás para meditar su vergüenza o para tramar algo turbio.

Todo esto mientras nuestro idioma español seguía hablándose firme en Nueva York y en el mundo de la Internet y las redes sociales. Nuestra lengua pese a otra afrenta que trata de mancillarla no pierde su estilo, su gracia ni su color.

Y nuestra comunidad hispana lo dejó bien clarito, protestando en la casa del abogado a ritmo de mariachi, cantando alegres canciones y armando la fiesta, para manifestar sin temor que el español está aquí para quedarse y para decir ¡basta! a cualquier expresión racista.

Actualmente hay más de 37 millones de latinos en los Estados Unidos que hablan español en casa, una herencia que nos tiene muy orgullosos.